Las bombillas se funden demasiado pronto, las impresoras dejan de servir su función al poco tiempo de comprarlas y nuestro smartphone de última generación deja de ser tan “smart” a los dos o tres años: ya no funciona tan rápido, se apaga de repente o no permite descargar la última actualización de algunas aplicaciones. Al final, muchas veces nos sale más caro llevar nuestro teléfono a reparar que comprar directamente uno nuevo. Por eso, ésta última suele ser la opción elegida por la mayoría de las personas. En la...