Casi todo el mundo asocia la llegada del verano con las vacaciones. Por fin podemos descansar del trabajo unos días, ir a la playa y recargar pilas. No lo vamos a negar, el verano es tiempo para dejar a un lado las obligaciones y relajarse. Así, es normal que la pereza asome a la hora de realizar algunas tareas, y entre ellas puede encontrarse el reciclaje. Sin embargo, igual que en verano debemos seguir comiendo de manera saludable y haciendo ejercicio físico para cuidarnos por fuera y por dentro, no deberíamos tampoco dejar de reciclar en vacaciones, menos ahora, cuando este hábito es más importante que nunca.
Y es que en verano aumenta el consumo de envases, papel y cartón, algo que se debe, sobre todo, al calor. También se incrementa el número de actividades de ocio en las que se genera más cantidad de basura. Otro factor que influye en que se recicle menos es el cambio de residencia, a veces a lugares donde no se dispone de los diferentes cubos para separar la basura o en los que no se sabe dónde localizar los contenedores más cercanos para facilitar la recogida selectiva.
Así, es cierto que en verano necesitamos hacer un pequeño esfuerzo extra para encontrar los puntos limpios del lugar donde nos estamos alojando, reutilizar las bolsas de plástico o las bandejas de aluminio y, cuando estemos en la playa o en la montaña, llevar con nosotros una bolsa para ir acumulando todos los desechos y luego llevarlos a un contenedor. Seguir manteniendo los hábitos de reciclaje sigue siendo clave en verano.
Poner el foco en el ahorro energético y los aparatos de aire
Además del reciclaje, el aumento de las temperaturas suele conllevar un aumento en el uso de la energía, sobre todo a causa de los aparatos de acondicionado, ese gran amigo que nos ayuda a enfriar la casa y a soportar las calurosas tardes estivales por falta de corrientes de aire. Pero hacer un uso excesivo de este aparato no solo afecta negativamente al planeta si no también a nuestros bolsillos, pues hace que aumente la factura de la luz y el consumo de electricidad.
Para prevenir una subida del gasto energético, lo primero que debemos hacer es comprobar que el aire acondicionado tiene la etiqueta de eficiencia energética. Con ella podemos comprobar cuál es la capacidad que el aparato tiene para cumplir su función con el menor consumo de energía. Cuanto más eficiente, mayor será el precio a pagar, pero la inversión, a largo plazo, suele ser rentable. Además, muchos aparatos incluyen un modo de funcionamiento “eco” para un extra de ahorro y eficiencia, por lo que deberemos estar pendientes de ajustar el termostato si no tiene esta función. Un mantenimiento anual del aparato para comprobar que los filtros están limpios y que nada impide su funcionamiento también ayudará a combatir, desde casa, el calentamiento global y la contaminación derivada de la refrigeración en los hogares. Con estas sencillas medidas podemos colaborar en el cuidado del medio ambiente.
Según el Reglamento de Instalaciones Térmicas en los Edificios (RITE) la temperatura adecuada en el interior de una vivienda durante el invierno está entre 20-22º, aumentando en verano hasta los 22-25º. Cada grado de temperatura inferior supone entre un 6 y un 8 por ciento más de consumo.
A estas alturas es de perogrullo afirmar que función principal del aire acondicionado es hacernos más llevaderas las temperaturas del verano. Así, abrigarse para estar en casa mientras afuera la temperatura es de 40 grados no tiene mucha lógica. Aplicar el sentido común siempre es útil, también en este caso. Para evitar un choque térmico demasiado elevado cuando salimos del edificio, se recomienda que la diferencia entre la temperatura interior y la exterior no sea superior a los 12 grados.
La configuración del hogar también juega un papel esencial. Si de día bajamos los toldos y las persianas ayudamos a refrigerar el interior de la vivienda, ya que los rayos de sol no incidirán directamente. Durante la noche lo ideal es no encender el aire acondicionado y regular el termostato a una temperatura adecuada, ya que las temperaturas tienden a bajar y la estancia es más llevadera , si bien es cierto que algunas noches puede costar conciliar el sueño. En ese caso podemos servirnos de ventiladores. Esto sucederá en menor medida si el aislamiento térmico de la vivienda es el idóneo. Sellar puertas y ventanas para que no se escape el calor en invierno ni el frío en verano puede ayudar a alcanzar hasta un 30% de mejora en la climatización y por lo tanto, un ahorro en la factura.