Metales reciclables: El caballo de batalla de la economía circular

Los metales determinan nuestra vida. Los necesitamos para producir teléfonos móviles y tablets, utensilios de cocina, herramientas, electrodomésticos, coches, ordenadores, edificios, puentes, barcos, tecnologías de energía renovable… Actualmente, la construcción de infraestructura, la revolución electrónica y el cambio hacia las tecnologías de energía renovable hacen que cada vez existan productos más complejos que dificultan el negocio del reciclado de metales.

Así lo asevera el informe “Metal Recycling – Opportunities, Limits, Infrastructure” (El reciclado de metales: oportunidades, límites, infraestructura) del PNUMA, que advierte de que “si la población de las economías emergentes en rápido crecimiento adopta tecnologías y estilos de vidas similares, la demanda mundial de metales aumentará entre 3 y 9 veces”. Entre 1980 y 2008, la demanda global de metales aumentó en un 87% y llegó a alcanzar ese año las más de 6.000 millones de toneladas.

Pero la alta demanda de estos materiales acarrea unas consecuencias, como son la disminución de la pureza de los minerales, la escasez de recursos e incremento de sus precios y un elevado impacto ambiental. Éste se produce, en primer lugar, desde la explotación minera y la refinación de los metales, que consume entre el 7% y el 8% del suministro global de energía.

Al mismo tiempo, la tala de tierras y la erosión conducen a la degradación del suelo, posible contaminación del mismo y al impacto del escenario agrícola por las canteras y desechos de extracción. En el proceso se degrada también el paisaje y, en consecuencia, los ecosistemas y las especies que forman parte de éste, lo que supone una pérdida de biodiversidad. El PNUMA también advierte de que el alto consumo de agua para la extracción y la producción puede afectar los recursos de aguas subterráneas y superficiales, descargas de agua contaminada, filtración de estanques, presas de retención de residuos mineros o desechos de extracción. A su vez, la producción de metales, como el cobre, el aluminio, el níquel y el zinc, emite gases de efecto invernadero que devalúa la calidad del aire y contribuyen al cambio climático.

Pero la industria metalúrgica no sólo repercute en la salud ambiental, sino que, al formar parte del ecosistema terrestre, incide también en la salud de las personas. Los metales entran a la red alimentaria a través de la absorción por las plantas, mientras que la bioacumulación puede generar un alto nivel de ingesta por parte de animales y humanos en la pirámide alimentaria.

Por todo ello, el PNUMA detecta que es necesario “maximizar, mediante técnicas económicamente viables, la extracción de metales de las complejas estructuras de los productos”, los cuales a su juicio deberían pasar a considerarse “minerales de diseño” con tal de adaptarse y aplicar las tecnologías y la infraestructura de la metalurgia primaria.

Reciclaje de metales

Actualmente, el informe asevera que sólo un 1% de los metales extraídos son reciclados y, de ese 1%, sólo 18 metales presentan tasas de reciclaje mayores a 50%. En este sentido, aduce que el nivel de ahorro energético en la producción secundaria, con relación al registrado en la primaria, oscila entre 60 y 65% para el acero, y más de 90% para el aluminio.

Algunos factores limitantes en el uso eficiente de estos materiales son: la falta de infraestructura y tecnología básicas para el reciclaje en muchos países en desarrollo, los nuevos y complejos usos de los metales en la producción a gran escala y la pérdida de gran cantidad de metal valioso “a causa de la deficiente recolección de productos al final de su vida útil”.

El camino a seguir, según ha determinado este organismo especializado de la ONU, pasa por reducir el impacto de la explotación minera con la adopción de medidas ecológicas en el sector primario mundial de metales, fortaleciendo por ejemplo conceptos avanzados de explotación minera y el uso de la mejor tecnología posible mediante acuerdos multilaterales; apoyar la producción sostenible, impulsando el diseño de productos que facilite el reciclaje y la transferencia de tecnología, mediante conferencias internacionales sobre reciclaje y programas de implementación de tecnología en las economías emergentes y países en desarrollo; favorecer un “marco habilitante” para la sociedad, concienciando a los consumidores; y mejorar el reciclaje como factor clave para el manejo sostenible de los metales, aumentando la capacidad e infraestructura tecnológica para la metalurgia.

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