La pandemia del coronavirus, y el giro al teletrabajo y el teleestudio que ha implicado, ha evidenciado la brecha digital que ya existía en España. En este país, ya en 2019 el 13,6% de los hogares no estaba conectado a Internet, según reveló un análisis de UGT. La desigualdad en la conexión a Internet es uno de los rasgos de la brecha digital, que mide la diferencia entre quienes tienen acceso a las nuevas tecnologías y quienes no.
Más allá de la capacidad de conexión, otros rasgos que amplían o estrechan la brecha digital son los conocimientos y habilidades a la hora de navegar por la red o manejar programas informáticos. Así, hay una brecha de acceso (por la falta de infraestructura), una brecha de uso (por la falta de competencias) y la brecha de calidad de uso (sin competencias digitales muy desarrolladas no se puede sacar el mayor partido posible a Internet).
El informe de UGT señaló que un 37% de la población de España (de entre los mayores de 15 años) no usa nunca el correo electrónico, cifra que supera la media europea con 10 puntos de diferencia, según el Eurobarómetro.
El estudio se hizo a partir de datos del INE (Instituto Nacional de Estadística), del CIS (Centro de Investigaciones sociológicas) y del citado Eurobarómetro de la UE. Los resultados reflejaron que la brecha en España se ha quedado estancada. Si en 2015 el 46,1% de los españoles adultos no poseía ningún tipo de competencia digital, dos años después la cifra seguía más o menos igual, situándose en un 45,3%.
La brecha digital mide también estas desigualdades de acceso a las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) entre países. En este sentido, la relación entre brecha digital y pobreza se percibe de manera mucho más intuitiva, y tiene sentido que afecte más a las mujeres que a los hombres (porque la pobreza es femenina). Según los datos de la ONU, la brecha digital afecta al 52% de las mujeres y al 42% de los hombres. Casi el 40% de la población mundial vive en países de bajos ingresos, y alrededor de 3.600 millones de personas no tienen acceso a la red. O sea, aproximadamente la mitad de la población sufre la brecha digital.
Al mismo tiempo, cada hogar con dos niños en países de la OCDE puede llegar a tener, de media, hasta diez dispositivos conectados, calcula esta organización.
Así, mientras en los países desarrollados las suscripciones a internet de alta velocidad rondan el 30%, en los países en vías de desarrollo la cifra desciende al 7,1%, según los datos que maneja Acciona, que calcula que la brecha digital es del 22%.
Estrecharla es una de las metas incluidas en los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030 de Naciones Unidas. Concretamente, figura en el ODS9, que busca una industrialización inclusiva y sostenible, ligada a la innovación y a la infraestructura.
Reducir la brecha digital para favorecer la sostenibilidad
No es casualidad que digitalización y sostenibilidad sean la cuestiones centrales en la recuperación post-covid19 de la economía europea. Ambas metas son necesarias y están relacionadas. La incorporación de las TIC a sectores como la educación, la salud, la agricultura o el transporte, entre otros, es clave para optimizar los servicios y hacerlos menos intensivos en el uso de recursos. La automatización y la inteligencia artificial, por ejemplo, se presentan como grandes aliados para favorecer la eficiencia en los procesos productivos.
Además, las TIC pueden ayudar a recopilar datos que amplían el conocimiento científico sobre problemáticas ambientales y urgentes. Por ejemplo, se utilizan diversos servicios de TIC para vigilar las tormentas y medir el cambio climático, recuerda la Unión Internacional de Telecomunicaciones, el organismo especializado de las Naciones Unidas para las tecnologías de la información y la comunicación.
Estas tecnologías se emplean también para hacer seguimiento de especies y, por tanto, controlar las variaciones poblacionales en la biodiversidad de un área concreta, así como monitorear los movimientos migratorios o cualquier otro rasgo que ayude a identificar los cambios que experimenta el planeta.
Así, las TIC sirven para mejorar el control sobre los recursos disponibles, favoreciendo la capacidad de mejorar la gestión y de diseñar planes de actuación para preservar esos recursos naturales que son valiosos, escasos y finitos.
Pero mientras la brecha digital siga estancada los países tendrán diferentes capacidades para actuar, mitigar el cambio climático y adaptarse a sus impactos. Así, la brecha digital pasa a ser también un asunto de justicia climática.