Es evidente que el verde está de moda. Cada vez más, las plantas cobran importancia en las revistas de decoración interior. Las casas de diseño, luminosas y amplias, lucen plantas colgantes, balcones floridos, jardines verticales… También las oficinas y espacios de co-working apuestan por lo natural para favorecer el bienestar de los trabajadores.
Y en la misma dirección van las ciudades, en su conjunto. Poco a poco, éstas intentan recolectar a sus ciudadanos con la biodiversidad urbana, recuperando la vida de los ríos de ciudad, como fue el caso del Manzanares en Madrid, o dejándose asilvestrar por completo, como contempla en su estrategia de biodiversidad urbana el Ayuntamiento de Barcelona.
Ahora la nueva tendencia son los jardines flotantes. La ciudad de Chicago esta construyendo ahora un nuevo ecoparque y lo está haciendo sobre el agua. Su icónico río, que atraviesa la ciudad, se tiñe de verde en San Patricio y refleja todas las noches el espectáculo de luces que ofrecen los rascacielos de la ciudad, tendrá en el futuro una peculiaridad más: acogerá el primer parque urbano flotante del mundo.
Así lo anuncia en su web Urban Rivers, la organización sin ánimo de lucro que está impulsando el proyecto junto al departamento de planificación y desarrollo de Chicago. Lo han llamado “The Wild Mile” (“La Milla Salvaje”), porque el jardín tendrá una extensión de una milla (1,6 kilómetros, aproximadamente). La idea, señalan, es que La milla salvaje sirva a la vez de parque público, museo al aire libre, jardín botánico, destino de piragüistas, aula para la comunidad, y que proporcione un hábitat para la vida silvestre nativa.
Los jardines flotantes no son sólo una cuestión estética, sino que favorecen la calidad del agua. Así lo reveló un estudio reciente de la universidad de Illinois (estado en el que está la ciudad de Chicago).
En su experimento con un jardín flotante angosto, de tres metros de ancho y 50 metros de largo, los investigadores comprobaron que las concentraciones de nitratos como nitrógeno habían descendido de los 4,69 miligramos de nitrógeno por litro de agua en la superficie más alejado del jardín a cerca de 4,4 mililitros, una caída del 1%. También el fosfato era menor en la zona ajardinada del río.
“Los jardines flotantes son esencialmente balsas construidas en un marco de jaulas de plástico, envueltas en cáscaras de coco y rellenas con plantas nativas. A medida que las plantas crecen, extienden sus raíces en el agua, creciendo hidropónicamente”, explican los autores.
Aunque el de Chicago será el primer parque urbano flotante del mundo, ya hay otras muchas experiencias exitosas de jardines flotantes. Ejemplo de ello es la ciudad de Amiens, en el norte de Francia, que se caracteriza por sus cultivos hortofrutícolas flotantes.
Los hortillonnages de Amiens los componen unas 300 hectáreas de “verde sobre azul”, cultivos suspendidos en los canales del río Somme. La riqueza ecológica de la zona se percibe a través de la gran variedad de aves, tanto sedentarias como migratorias (incluidas aves acuáticas), así como especies de insectos de pantano, y peces como tengas, albures, anguilas o lucios.
Allí, los hortelanos amiénois llevan siglos cultivando sus productos, aunque el terreno dedicado a esta actividad ha decrecido con el tiempo. Hace 2.000 años, los jardines flotantes llegaban a ocupar 10.000 hectáreas.
Ahora la mayoría de esas hectáreas ya no son explotaciones agrícolas, sino que se han transformado en jardines privados y el mercado flotante ha quedado relegado a un papel de elemento cultural, como atractivo para los turistas.
Otro ejemplo de jardines flotantes son las Chinampas, en Ciudad de México. Se trata de huertos sobre agua que se remontan a la época de los toltecas pero que a día de hoy persisten. Son balsas cubiertas con tierra, islas artificiales que, como en Amiens, se han convertido principalmente en una atracción turística, aunque todavía pueden producir flores y verduras. Hoy en día, todavía se pueden encontrar en Xochimilco, así como en Tláhuac.
“Además del impacto en productividad, las chinampas representan un sistema que permite conservar las áreas lacustres que, a su vez, son un complejo ecosistema con efectos beneficiosos sobre el clima y la calidad del aire de la Ciudad de México”, recalca el gobierno de México en su página oficial.