En julio de 2019, la ciudad de Las Vegas fue invadida por un enorme enjambre de saltamontes tan grande que pudo ser detectado por un radar meteorológico. Aunque puede parecer algo sacado de una película de terror apocalíptica, el enorme enjambre de saltamontes se atribuyó en realidad a unos patrones meteorológicos inusuales en el sur de Nevada.
Semanas antes de la invasión de saltamontes, en Las Vegas habían llovido 10 centímetros, casi el doble de su media normal de 5 centímetros en el mismo periodo. Dado que se espera que la crisis climática genere eventos meteorológicos extremos más frecuentes, es probable que también se produzcan episodios como el de los enjambres de saltamontes en Las Vegas.
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Migración de los saltamontes
Aunque ciertamente inusual (y quizás un poco inquietante), los científicos aseguraron al público que esta especie concreta de saltamontes era completamente inofensiva. La especie común de saltamontes de alas pálidas era originaria de los desiertos del oeste de Norteamérica, y sólo estaba siguiendo sus patrones típicos de migración tras inviernos o primaveras húmedos. En 2019, las lluvias extremas simplemente los habían empujado más al norte de lo normal. El Las Vegas Review-Journal informó de que las fuertes ráfagas de viento de la noche anterior en el valle podrían haber obligado al enjambre a desplazarse también a mayores alturas.
Las nubes masivas de langostas amenazan la agricultura y el suministro de alimentos en el este de África, Asia y Oriente Medio, devastando las cosechas y afectando a los medios de vida de las comunidades locales. Aunque las nubes suelen ocupar unos 100 kilómetros cuadrados, en 2020 se registró un enjambre en Kenia que abarcaba 2.400 kilómetros cuadrados (927 millas cuadradas), más de tres veces el tamaño de la ciudad de Nueva York. En tamaños típicos, una nube de langostas contiene entre 4.000 y 8.000 millones de individuos y puede consumir la misma cantidad de comida que 3,5 millones de personas comerían normalmente en un día. Así que no es de extrañar que un gran número de saltamontes cause un poco de alarma aquí en Estados Unidos.
Las langostas forman parte de la familia de los saltamontes, pero con algunas diferencias bastante notables. Todas las especies de langostas sufren una transformación neuroquímica cuando se unen a grupos más grandes de la misma especie, pasando a lo que los científicos llaman fase gregaria, lo que da lugar a una mentalidad de enjambre. Este proceso las hace más fuertes y les permite volar mayores distancias, lo que convierte a estos insectos en plagas agrícolas especialmente difíciles. La mayoría de los saltamontes no experimentan este cambio, ni siquiera en grandes grupos. Aunque hay algunas especies de saltamontes que pueden causar daños medioambientales, las especies que invadieron Las Vegas no estaban al mismo nivel.
Los saltamontes de Las Vegas eran inofensivos
Los saltamontes se sienten atraídos por la luz brillante, por lo que los múltiples rayos que brillan desde los famosos hoteles y casinos de Las Vegas ayudaron a desplegar miles de insectos que volaban por el aire una vez que se ponía el sol. Dado que esta especie no pica ni muerde, no es portadora de enfermedades y no es probable que cause mucho daño, los funcionarios instaron a la gente a que simplemente dejara en paz a los saltamontes y les permitiera seguir adelante.
En grandes cantidades, otras especies de saltamontes pueden infestar jardines residenciales o cultivos a gran escala, causando grandes daños. Al cabo de un par de semanas, las poblaciones empezaron a descender a medida que los saltamontes eran devorados por los depredadores o seguían desplazándose hacia el norte, fuera de la ciudad.
¿Se repetirá?
El entomólogo Jeff Knight, del Departamento de Agricultura de Nevada dijo a Associated Press que, aunque las cifras eran elevadas, no eran totalmente inéditas. El departamento tenía registros desde la década de 1960 de enjambres en Las Vegas debidos al aumento de las lluvias. De hecho, Knight podía incluso recordar un par de migraciones similares durante su propia carrera, incluida una de apenas seis o siete años antes.
La mayoría de los expertos coinciden en que la crisis climática podría intensificar las lluvias en el futuro. En marzo de 2020, un estudio publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences concluyó que los riesgos medioambientales aumentarán a medida que la atmósfera siga calentándose. Según el estudio, las tormentas de lluvia extremas que antes se producían una vez cada 20 años se producirán cada cinco años en Norteamérica si continúa el nivel actual de calentamiento causado por las emisiones de gases de efecto invernadero; la Tierra podría calentarse la friolera de 5,4 grados para el año 2100, en cuyo caso podrían producirse tormentas de 20, 50 y 100 años cada 1,5 o 2,5 años.
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