Debajo de esta vieja tapa metálica oxidada se encuentran algunos de los misterios más profundos de nuestro mundo. Aunque sólo mide 15 centímetros de diámetro, el agujero bajo el casquete se extiende 40.230 pies bajo la Tierra, o 7,5 millas. Eso es aproximadamente un tercio del camino a través de la corteza continental del Báltico. Es el pozo más profundo del mundo.
El pozo superprofundo de Kola se perforó entre 1970 y 1994 en un intento de la época de la Guerra Fría por parte de los soviéticos de superar a Estados Unidos en la carrera por perforar hasta el centro de la Tierra, o por acercarse lo más posible al centro. Aunque la carrera espacial acaparó todos los titulares, esta búsqueda subterránea menos publicitada fue igualmente competitiva. Los misterios que desenterró siguen siendo analizados hoy en día.
Antes de que se perforara el agujero, los geólogos sólo podían formular hipótesis sobre la composición de la corteza terrestre. Ni que decir tiene que la cantidad de datos geológicos que produjo el proyecto no tenía precedentes. Sobre todo, reveló lo poco que sabemos realmente sobre nuestro planeta.
Por ejemplo, uno de los hallazgos más sorprendentes fue la ausencia de la transición de granito a basalto a una profundidad de entre 3 y 6 kilómetros bajo la superficie. Anteriormente, los científicos habían utilizado las ondas sísmicas para obtener información sobre la composición de la corteza. Habían descubierto que existía una discontinuidad a esta profundidad, que suponían se debía a una transición en el tipo de roca. Pero los perforadores no encontraron tal transición, sino sólo más granito. Resulta que la discontinuidad revelada por las ondas sísmicas se debía en realidad a un cambio metamórfico en la roca, más que a un cambio en el tipo de roca. Fue una constatación humillante para los teóricos, por no decir otra cosa.
Aún más sorprendente, la roca se había fracturado completamente y estaba saturada de agua. Se suponía que el agua libre no podía existir a tales profundidades. Ahora los geólogos suponen que el agua está formada por átomos de hidrógeno y oxígeno que fueron exprimidos de la roca circundante por una enorme presión, y que está retenida allí debido a una capa de roca impermeable que hay encima.
Los investigadores también describieron el lodo que salía del agujero como «hirviendo» de hidrógeno. El descubrimiento de cantidades tan grandes de gas hidrógeno fue muy inesperado.
Sin embargo, el descubrimiento más fascinante del proyecto fue la detección de fósiles microscópicos de plancton en rocas de más de 2.000 millones de años de antigüedad, encontrados a seis kilómetros bajo la superficie. Estos «microfósiles» representaban unas 24 especies antiguas, y estaban encerrados en compuestos orgánicos que, de alguna manera, sobrevivieron a las presiones y temperaturas extremas que existen a tanta profundidad bajo la Tierra.
El último misterio revelado por el sondeo fue la razón por la que hubo que abandonar las operaciones de perforación. Una vez que la perforación alcanzó profundidades superiores a los 3.000 metros, el gradiente de temperatura empezó a aumentar de forma inesperada. En la profundidad máxima del pozo, las temperaturas se dispararon hasta los 356 grados Fahrenheit, que eran mucho más altos que los 212 grados Fahrenheit previstos inicialmente. El taladro quedó inutilizado a esas temperaturas.
El proyecto se cerró oficialmente en 2005, y desde entonces el emplazamiento está en mal estado. El propio agujero se soldó con la tapa metálica oxidada que hoy lo cubre, como para ocultar permanentemente los muchos misterios del agujero al mundo de la superficie.
Aunque la profundidad del agujero es impresionante, es una pequeña fracción de la distancia al centro de la Tierra, que se calcula que tiene casi 6.000 kilómetros de profundidad. En comparación, la nave espacial Voyager 1, que ha llegado a las capas exteriores de nuestro sistema solar, ha transmitido información desde más de 16.000 millones de kilómetros. La raza humana entiende realmente menos sobre el suelo que tiene bajo sus pies que sobre el cosmos que le rodea. Es una lección de humildad darse cuenta de cuánto misterio existe todavía aquí mismo, en nuestro pequeño mundo azul.