Conseguir una ciudad cero emisiones y el abandono de los combustibles fósiles en favor de una movilidad sin emisiones de CO2 es un desafío para la humanidad y al mismo tiempo una necesidad para combatir los impactos del cambio climático y cumplir el Acuerdo de París. No hay que olvidar que el sector del transporte representa el 30% del consumo mundial de la energía.
John J. Berger, especialista en política energética y ambiental, llama la atención sobre la importancia de cambiar la manera en la que nos movemos para poder gozar de ciudades con cero emisiones. No basta con cambiar a fuentes renovables para generar la energía con la que nos calentamos o iluminamos, también es importante que nuestros trayectos de un lugar a otro no generen emisiones y, todavía mejor si no consumen energía.
Berger, que actualmente trabaja en un libro sobre la resolución de la crisis climática, encuentra dos desafíos difíciles de solventar en el reto de un transporte sin emisiones. Por un lado, el desarrollo regional, que en sí mismo es positivo pero que inevitablemente influye en un aumento de tráfico en las ciudades. Por otro lado, la dificultad de controlar los viajes por avión que salen y llegan de las mismas, puesto que requeriría acuerdos internacionales.
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Estocolmo, hacia el camino de cero emisiones
John J. Berger saca a colación este tema al hablar de cómo Estocolmo quiere eliminar todas las emisiones netas de carbono para 2040. En el blog de ICLEI – una red con sede en Bonn formada por más de 1.500 ciudades y provincias de todo el mundo comprometidas con la construcción de un futuro más sostenible– este experto señala cómo, para lograrlo, la ciudad sueca tendrá que depender prácticamente por completo de los combustibles renovables y la electricidad para el transporte en 2040. El problema es que el transporte es precisamente uno de los sectores con menor presencia de energías renovables.
En el documento “Laying the Route to Sustainable Transport”, IRENA (la Agencia Internacional de las Energías renovables) establece una hoja de ruta para la transición hacia un transporte sostenible en la que apunta a tres herramientas principales para lograrlo: movilidad eléctrica, uso de biocombustibles e innovación tecnológica.
Emisiones y contaminación en Madrid
En Madrid, por ejemplo, un estudio de Siemens revela que el transporte genera el 41% de las emisiones contaminantes y propone la transición de todos los autobuses públicos, un 70% de los taxis y un 20% de los coches privados a vehículos de combustible alternativo, entre otras alternativas.
Para lograr su objetivo, Estocolmo estudia si restringir la venta de combustibles fósiles en 2030 y prohibirla completamente en 2040. También
baraja la posibilidad de obligar a navegar sin combustibles fósiles en su puerto marítimo, un tráfico que genera el cuatro por ciento de las emisiones totales de la ciudad y el diez por ciento de sus emisiones de transporte.
Solución a la contaminación atmosférica en las ciudades
Una vez más, la solución pasa por la economía verde y circular. Así también lo reconoce la propuesta de la Comisión Europea de una Estrategia europea a favor de la movilidad de bajas emisiones: “La movilidad de bajas emisiones es un elemento fundamental en la transición más global hacia la economía circular hipocarbónica que necesita Europa para mantener su competitividad y satisfacer las necesidades de movilidad de personas y mercancías”.
En el documento llama la atención sobre la rápida expansión de la economía colaborativa en el sector y sobre cómo están cambiando tanto los patrones de movilidad de los ciudadanos como los modelos de negocio de las empresas sostenibles que prestan servicios relacionados con el transporte.
No sólo en las ciudades. De hecho, la Comisión Europea trabaja en un marco para el despliegue ágil y coordinado de sistemas cooperativos e inteligentes para el transporte en carretera que representa más de un 70% de las emisiones de gases de efecto invernadero.
Y es que los sistemas cooperativos lindan directamente con uno de los pilares en los que la Comisión Europea centra su estrategia: una mayor eficiencia del sistema de transportes, además de energías alternativas de bajas emisiones para el transporte y vehículos de bajas emisiones o de emisión cero, en una línea muy parecida a la de IRENA.
Elegir un transporte sostenible
En cuanto a las ciudades, la CE llama también la atención sobre cómo las ciudades están fomentando un cambio modal hacia los desplazamientos activos (en bicicleta o a pie), el transporte público y/o los planes de movilidad compartida. De ahí, los sistemas públicos de alquiler de bicicletas, la proliferación de empresas de alquiler de vehículos eléctrico, así como Apps para compartir coche en trayectos de largo recorrido o los negocios para arreglar o vender bicis de segunda mano. Según la organización ConBici el 50% de los desplazamientos que realizan los europeos en coche no recorren más de cinco kilómetros, cuando recorrer esta distancia en bicicleta sólo les llevaría 20 minutos y ahorrarían 620 Kg de CO2.
Ahora bien, la máxima expresión de la economía circular es pasar de la propiedad particular al uso compartido de ciertos bienes como pueden ser el vehículo, de manera que se ahorran recursos, se gana eficiencia y se reducen emisiones al mismo tiempo que se aprovecha al máximo y se alarga la vida útil del objeto de que se trate. Tanto es así que un reciente estudio elaborado por KPMG –Informe Global sobre Automoción 2017– afirma que el 59% de los directivos vaticinan que la mitad de los conductores no querrán tener un coche propio en 2025.
Es el concepto de movilidad verde, circular y sostenible. Se trata de crear circuitos en los que productos que están por largos períodos de tiempo sin usar o que incluso ya no se usan puedan ser utilizados por otras personas. En el caso de los coches en la Unión Europea, por ejemplo, permanecen aparcados el 92% del tiempo para transportar durante el 8% restante a una persona y media, afirma el informe “Growth within: A circular economy vision for a competitive Europe” de la consultora McKinsey & Company, que añade que, para más “inri”, cada uno ocupa al menos 12 metros cuadrados cuando está aparcado en la calle.
Nuestro Planeta necesita una movilidad menos contaminante, y en ese desafío los criterios de la economía circular pueden ser de gran utilidad.
Reciclaje contra contaminación
Para mejorar la calidad del aire de nuestras ciudades no sólo hay que promover la movilidad sostenible, sino también entender el entorno urbano desde los principios de la economía circular. Por ejemplo, el hecho de reciclar nuestros residuos reduce la emisión de gases de efecto invernadero y de la contaminación del aire, por lo que es uno de los factores que ayuda a evitar el cambio climático.
Una de las últimas campañas de publicidad de Ecoembes hace una relación directa entre ambos aspectos: a más reciclaje, menos contaminación. La campaña #ReciclayRespira nos advierte de que, según la Organización Mundial de la Salud, nueve de cada diez personas respiran aire en malas condiciones. Por ejemplo, reciclando seis latas de refresco o seis botellas de plástico evitamos el equivalente a las emisiones de gases contaminantes de un tubo de escape de un coche durante 10 minutos. Es una forma más de respirar aire puro en nuestras ciudades, a la vez que le damos una segunda vida a nuestros residuos.
Conocer también las cifras exactas del reciclaje en España publicadas por Ecoembes