El sistema actual de reciclaje en la Comunidad de Valencia se ha puesto en duda con la llegada de una nueva posible solución paralela: implantar el SDDR (Sistema de Depósito, Devolución y Retorno de envases).
Esta propuesta se ha puesto sobre la mesa a raíz de la constante presencia en playas, parques y calles de latas y botellas contaminantes. Una problemática, que no ha sido solventada a pesar de la disponibilidad de contenedores amarillos.
Analicemos la situación.
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¿Qué es el SDDR o Sistema de Depósito, Devolución y Retorno de envases?
Cuando desglosamos las siglas del acrónimo, nos encontramos con el siguiente significado en la web de Retorna (organización que ha movilizado esta iniciativa).
- Depósito: hace referencia al valor económico asociado a cada envase. Su propósito es convertirse en un incentivo para que sea devuelto a la cadena de producción en las mejores condiciones (facilitar de esta manera su reciclado) y que esa cantidad no suponga un impuesto o un coste extra para el ciudadano, sino un adelanto.
- Devolución: significa que la cantidad que el consumidor ha adelantado le será reembolsada en su totalidad cuando el envase haya sido entregado de nuevo en el comercio.
- Retorno: el envase volverá a la cadena de producción como materia prima en condiciones de convertirse en cualquier nuevo producto. De esta manera el ciclo se cierra y no hay residuos, sino recursos.
De esta manera, en principio el SDDR se presenta como un sistema que contemplaría la gestión de solamente envases de bebidas y que funcionaría de forma paralela a los SIG (Sistemas Integrados de Gestión de reciclaje).
Sin embargo, envases como las latas de conservas, los envases de productos lácteos, de licores y de vinos, las bandejas de plásticos…etc seguirían siendo gestionados por los SIG actuales.
¿Cómo funcionaría el SDDR?
Si se pusiera en marcha, su funcionamiento a grandes rasgos sería el siguiente:
- Los productores pagarían el depósito al operador del sistema por cada envase que hubieran puesto en el mercado.
- Los comercios pagarían a los productores el precio del producto más el depósito de cada envase. Y cobrarían a los consumidores por el envase cuando éstos los compraran. También devolverían su importe cuando éstos lo devolvieran.
- A su vez los consumidores, cuando comprasen el producto envasado, pagarían el depósito por cada envase al comercio. Cuando hubieran consumido el producto, al entregar el envase vacío, se les devolvería el depósito pagado. De esta manera, en caso de que el consumidor no quisiera devolver el envase, la cantidad económica depositada no se perdería y seguiría financiando el sistema.
- El operador del sistema devolvería a los comercios lo que hubiesen pagado los consumidores a medida que recibiera los datos de parte de éstos. También gestionaría la logística de los envases, la correcta recuperación de los materiales y controlaría el flujo económico entre los diferentes agentes que intervendrían.
- Finalmente, la Administración Pública se encargaría de controlar la transparencia de las estadísticas y datos de la gestión del operador y auditaría las cuentas de todo el sistema.
Ventajas y desventajas que conllevaría su implantación
Para empezar, todos los sistemas pueden funcionar (si se ejecutan con confianza y transparencia) y ser complementarios, y no por ello más costosos. Por este motivo el debate no debería ser sobre si es mejor el SIG que el SDDR, sino que debería buscar la solución a cómo podemos conseguir eliminar el 100% de los residuos.
Actualmente aunque las empresas declaren los envases que ponen en el mercado, paguen por ello, recuperen la máxima cantidad posible y el uso de Puntos Verdes esté frenando un poco las consecuencias de las actuales circunstancias, se sigue sin acabar de subsanar los daños. Sencillamente todo esto no es suficiente porque no se recicla el 100% de los desechos.
De hecho, el año pasado se marcó como meta conseguir en 2020 la recuperación del 80% de los envases.
Por esa razón, lograr hacer algo más es una posibilidad que se está sospesando en la búsqueda de métodos complementarios que incluyan más obligación y concienciación por parte de los comercios, de las empresas y del consumidor.
En principio, si siguiera adelante el sistema SDDR, con el doble modelo se recogerían más botellas y envases. Sin embargo, el problema llegaría por el coste que generaría la adquisición de máquinas especializadas según el tipo de envase (y que, a su vez, supondrían un coste medioambiental con su fabricación, transporte y su funcionamiento).
Un esfuerzo económico que tendrían que hacer pequeños y medianos comercios para implantarlas o, si no pudieran, tendrían que encargarse de gestionar todo el proceso de recogida, almacenamiento y transporte.
Por otro lado, para una empresa podría conllevar ciertos beneficios operativos al ahorrar en el tratamiento de residuos. Teniendo más limpieza y más orden a la hora de tratarlos.
¿Cuál es el verdadero problema?
La conclusión que podemos extraer de todo esto es que la falta de conciencia entre la población y la escasa responsabilidad personal que se tiene están provocando un aumento constante de residuos.
Para luchar contra esta situación hay que producir menos residuos, reducir la huella ecológica a nivel personal e industrial y gestionar de la mejor manera posible el residuo que se produce.
Por el momento, no se sabe si establecer el sistema paralelo de reciclaje SDDR conllevaría más beneficios que perjuicios.
Lo que está claro es que como trasfondo de este debate podemos encontrar una falta de concienciación latente dentro de la población respecto a este tema. Algo que debemos cambiar y mejorar como ciudadanos del mundo, haciéndonos responsables de las consecuencias de nuestros actos e implicándonos y tomando conciencia del impacto de nuestras acciones en el medio ambiente.
Aunque no nos guste, siempre somos partícipes. No podemos quedarnos al margen.