Por qué nos emocionamos tanto con los pandas gigantes

Se diría que Los Beatles se habían reunido y que iban a venir a Toronto de visita. La prensa estaba enloquecida, el primer ministro estaba en el aeropuerto para recibir a los invitados de honor, se necesitaban escoltas policiales y los residentes de la ciudad seguían enfebrecidos por la emoción… todo por la llegada de Er Shun y Da Mao. No se trata de estrellas del pop que han vuelto de la muerte, sino de dos pandas gigantes de China.

El zoo de Toronto, que junto con el zoo de Calgary acogerá a los pandas durante su visita de una década, está repleto de apasionados fans de los pandas, a pesar de que no podrán ser vistos por el público hasta que no haya terminado la cuarentena de 30 días. (Los cuidadores del zoo han creado incluso su propio Harlem Shake en honor a la pareja.)

El zoo de Toronto se convierte en el sexto lugar de Norteamérica (siguiendo el ejemplo de cuatro zoológicos de Estados Unidos y uno de México) en ser agraciado con el honor de albergar a las criaturas que simbolizan los animales en peligro de extinción y nuestra búsqueda para salvarlos. El entusiasmo que rodea a los programas para pandas en cada uno de estos otros lugares es indicativo del pandemónium que se ha apoderado de Toronto esta semana.

Es una bienvenida espléndida, pero hay que preguntarse: ¿Por qué los pandas gigantes suscitan tanta emoción? ¿Qué tienen estos animales que nos vuelven tan locos?

Ron Swaisgood, director de Ecología Animal Aplicada del Instituto de Investigación para la Conservación del Zoo de San Diego, sugiere que una de las principales razones por las que nos gustan tanto los pandas gigantes es porque son claramente antropomórficos; nos recuerdan a nosotros mismos.

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«Comen sentados utilizando sus manos y su pseudo pulgar especial, que en realidad es un hueso de la muñeca modificado», dijo al sitio web BBC News. Manejan la comida como nosotros, y señala que la postura clásica de un panda comiendo se parece a la forma en que nos sentamos en el suelo.

Pero incluso más que nuestra atracción narcisista por sus gestos similares a los de los humanos, son esos ojos los que inspiran nuestras respuestas de niña más prolongadas.

Los científicos no están seguros de por qué los pandas gigantes tienen unas marcas blancas y negras tan distintivas; se supone que la combinación de colores actúa como camuflaje contra los entornos nevados y rocosos, pero esas manchas en los ojos son el factor decisivo. Convierten un par de ojos brillantes, por lo demás ordinarios, en algo irresistible.

«A la gente le encantan los ojos grandes porque les recuerdan a los niños», dice Swaisgood. «Esto se llama neotenia en términos científicos».

La neotenia se refiere a la retención de los rasgos juveniles en la edad adulta, y cuando se trata de pandas, que parecen estar perpetuamente sonriendo y pareciendo bebés, no podemos tener suficiente. El sitio web del zoo de San Diego señala que, al igual que los pandas gigantes, «nuestras propias crías tienen características a las que los humanos respondemos, como una cabeza grande y redonda, ojos grandes, una frente alta y un cuerpo de peluche. Estamos programados para responder a este aspecto de bebé. Los bebés hacen que nos gusten y queramos cuidarlos. Forma parte de nuestra estructura humana».

En otras palabras, no podemos evitarlo; es nuestra naturaleza amar a los pandas gigantes.

Si añadimos que los pandas gigantes son raros y están en peligro de extinción (sólo quedan unos 1.600 ejemplares), nos quedamos indefensos. Su condición de desamparados crea el deseo de ser sus guardianes, y sus más ardientes admiradores.

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