¿Te has preguntado alguna vez cómo se las arregla un pulpo para coreografiar ocho brazos moviéndose todos a la vez? ¿Cómo sabe cuándo se aferra a algo sabroso al alargar la mano para comer?
El secreto está en los cientos de ventosas que recorren cada brazo -que actúan como una especie de nariz y una lengua- y en los millones de neuronas que hay en cada brazo.
Comunicación del brazo
KQED Science explica esta increíble capacidad:
Tiene unos 500 millones de neuronas (los perros tienen unos 600 millones), las células que le permiten procesar y comunicar información. Y estas neuronas están distribuidas para aprovechar al máximo sus ocho brazos. El cerebro central del pulpo, situado entre los ojos, no controla todos sus movimientos. En cambio, dos tercios de las neuronas del animal están en sus brazos.
«Es más eficaz poner las células nerviosas en el brazo», dijo el neurobiólogo Binyamin Hochner, de la Universidad Hebrea de Jerusalén. «El brazo es un cerebro propio».
Esto permite que los brazos del pulpo funcionen con cierta independencia del cerebro central del animal. El cerebro central indica a los brazos en qué dirección y a qué velocidad deben moverse, pero las instrucciones sobre cómo llegar están integradas en cada brazo. Los brazos del pulpo también pueden funcionar de forma autónoma cuando buscan, por ejemplo, cuando buscan comida bajo una roca.
¿Quieres saber más? Mira este vídeo que muestra lo capaces que son estos cefalópodos
Más adaptaciones
El uso de estos ocho brazos y cientos de ventosas para pensar, actuar, oler y saborear es sólo una de las increíbles adaptaciones del pulpo. Investigaciones recientes confirman que incluso utiliza su piel para «ver», ya que la piel tiene las mismas proteínas sensibles a la luz que se encuentran en sus ojos, y esto permite a la piel detectar la luminosidad.