En estos días, es difícil encontrar un material orgánico que no se esté posicionando como la próxima gran fuente de energía alternativa. A la cabeza de la lista están los biocombustibles conocidos como «drop in», es decir, aquellas fuentes renovables que pueden utilizarse sin una gran inversión en infraestructuras en EE.UU., donde el almacenamiento y la distribución se han centrado durante mucho tiempo en el petróleo. Esa inversión actual en infraestructuras no es poca cosa. Sólo en gastos de oleoductos y gasoductos se invierten unos 7.000 millones de dólares cada año.
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Definición de los combustibles drop-in
¿Qué define a un combustible drop-in? La propia industria de los combustibles alternativos no lo tiene muy claro, ya que algunos lo definen en sentido amplio como cualquier combustible renovable que utilice al menos parte de la costosa infraestructura petrolera existente. Otros han adoptado un enfoque más limitado. Una de las definiciones más populares es que los combustibles drop-in son aquellos combustibles renovables que pueden mezclarse con productos petrolíferos, como la gasolina, y utilizarse en la infraestructura actual de surtidores, tuberías y otros equipos existentes.
Según esta definición, un biocombustible necesitaría un cierto porcentaje de mezcla de gasolina, derivado de existencias únicas de gasolina, para formar la base del combustible. Entre los ejemplos de combustibles drop-in definidos de este modo se encuentran los terpenos, el butanol y el isopreno, entre otros. A menudo, la tecnología se aplica al gasóleo, formando un biodiésel, en lugar de a la gasolina. Incluso hay algunos defensores de los biocombustibles de nueva generación que están desarrollando mezclas de productos químicos para formar un biocombustible sin la base de gasolina o gasóleo.
Las algas son el combustible más común
Con más de 50 empresas que invierten en el desarrollo de las algas como biocombustible, la pequeña planta verde reina entre los combustibles drop-in. Sin embargo, a pesar de este interés general, la mayoría de los expertos en biocombustibles coinciden en que será necesaria al menos otra década de investigación y avances tecnológicos antes de que este combustible drop-in se considere comercialmente viable. Es un camino largo y costoso. Al igual que con la mayoría de los combustibles drop-in, los retos surgen al pasar la tecnología del laboratorio a la producción comercial a gran escala. Un reto adicional con las algas en concreto ha sido la gran variedad de algas y el extenso procesamiento necesario.
El butanol también crece
Pero las algas no son el único espectáculo de la ciudad. El año pasado, una de las principales empresas de biobutanol, Gevo, anunció sus planes de adquirir instalaciones de etanol en el Medio Oeste y convertirlas en productoras comerciales del combustible drop-in isobutanol, también conocido como alcohol isobutílico.
Los actores de la industria consideran que esta medida supone un paso adelante en el desarrollo del butanol como combustible alternativo, ya que la empresa espera comenzar la producción de isobutanol en 2012. Aunque puede utilizar la infraestructura existente, a diferencia de las algas, existe cierta preocupación por las posibles amenazas a la seguridad. Los vapores pueden recorrer largas distancias y acumularse en zonas bajas para formar un peligro de explosión. Sin embargo, sus defensores se apresuran a señalar que las numerosas aplicaciones químicas y de combustible del biocombustible lo convierten en una empresa atractiva.
La gran empresa DuPont también ha probado el biobutanol como combustible de entrada y tiene previsto utilizar la capacidad de etanol infrautilizada y las materias primas convencionales para poner en marcha sus operaciones. La inversión para adaptar las instalaciones de etanol existentes es más económica que la construcción de nuevas estructuras y sólo requiere pequeños cambios en los procesos de fermentación y destilación.
Ampliación de la cartera de productos
DuPont afirma que planea seguir un enfoque de varios pasos en el desarrollo de combustibles de sustitución, centrándose primero en el alcohol n-butílico y las materias primas convencionales antes de pasar a otros combustibles de sustitución como el isobutanol, así como a los cultivos no alimentarios, como las materias primas celulósicas.
Otra empresa, ButylFuel, LLC, ha declarado que ha desarrollado biobutanol derivado de la fermentación a un coste competitivo con los productos del petróleo. Su combustible drop-in puede mezclarse en diversos porcentajes con gasolina o gasóleo. ¿Cómo de competitivo? La empresa afirma que puede producir su combustible drop-in a partir de maíz por unos 1,20 dólares por galón.
Al igual que los actores del sector de las algas, que se benefician no sólo de las algas como combustible drop-in, sino también de sus numerosos subproductos, la investigación y el desarrollo en otros sectores de los combustibles drop-in están estudiando diversas carteras de productos, lo que hace que algunos caractericen esta próxima generación de combustibles alternativos como un medio para producir una mezcla de hidrocarburos que puede tener multitud de aplicaciones.