Después de más de un año de campaña presidencial a cara descubierta, marcada por innumerables eslóganes, discursos y la inevitable publicidad, es probable que a estas alturas te hayas convertido en una especie de experto en simbología política. Sin embargo, a pesar de su omnipresencia, los orígenes de algunos de los emblemas partidistas más duraderos a menudo eluden al sobresaturado electorado, es decir, por qué los republicanos son elefantes y los demócratas son burros.
Aunque ciertamente no es la cuestión política más apremiante a la que te enfrentarás hoy mientras te diriges a las urnas, aprovecharemos la oportunidad para hablar de política en términos de estos animales de partido menos elegidos democráticamente que han llegado a representar a nuestros partidos mayoritarios.
Claro, la mayoría de los animales parecen lo suficientemente sabios como para no involucrarse en las disputas partidistas. Los caricaturistas políticos, por otra parte, han indagado en el mundo natural en busca de símbolos durante siglos – y en realidad es a un puñado de tales individuos a quienes tenemos que agradecer la presencia de burros y elefantes en la política estadounidense.
El demócrata Andrew Jackson fue quizás el primero en ganarse la poco halagadora etiqueta de «burro» por parte de sus oponentes cuando se presentó a la presidencia en 1828, supuestamente por desobedecer a sus oponentes en favor de un enfoque de gobierno más obstinadamente populista. Intuyendo que el simbolismo podría ayudar a ganar votos, Jackson acabaría entrando en la presidencia después de que su campaña adoptara un burro en los carteles de campaña.
Aunque los demócratas esperaban que la imagen del burro terminara tras la elección de Jackson, el animal acabaría utilizándose para representar al partido en su conjunto incluso después de que él dejara el cargo. En la caricatura de arriba, de 1838, se ve al anciano estadista Jackson tratando de ejercer inútilmente su influencia sobre un obstinado partido demócrata.
Años más tarde, en una impresión de 1874 de la revista Harper’s Magazine, el artista Thomas Nast trató de caracterizar a los votantes republicanos como excesivamente nerviosos ante el alarmismo demócrata de la época, de que el presidente Grant podría convertirse en una especie de autócrata si era reelegido. Aludiendo a Esopo y a su cuento del elefante que se asusta con facilidad, Nast representó a los republicanos como un paquidermo político que retrocede asustado ante -lo has adivinado- un burro ocioso y amenazante con piel de lobo.
Según HarpWeek, el símbolo peyorativo no tardó en calar.
Afortunadamente, a pesar de sus asociaciones originalmente pesimistas con las características políticas, ambos partidos han llegado a adoptar con orgullo sus mascotas animales por sus lados positivos: los republicanos por la fuerza, la inteligencia y la dignidad del elefante, y los demócratas por la humildad, el valor y la amabilidad del burro.