Edificación sostenible y circular: Por qué todavía no es una normalidad

Tradicionalmente, la edificación ha sido un sector altamente insostenible, dada la elevada cantidad de recursos materiales y energéticos que emplea, así como de residuos que genera. Entre el 25 y el 30% del total de residuos que se producen en la UE provienen de la construcción y demolición de edificios, y consisten principalmente en hormigón, ladrillos, yeso, baldosas, cerámica, madera, vidrio, metales, plástico, disolventes, amianto y tierra excavada (muchos de los cuales pueden ser reciclados pero no lo son en tasas significativas).

Además, de los 400 millones de toneladas de plástico de un solo uso que se producen en el mundo anualmente, un 16% se destinan a la construcción. El plástico es, en sí, un problema aparte. Los residuos de este material generan impactos negativos sobre el medio ambiente, las personas y la economía de países como los del Pacífico -entre otros-, donde las basuras marinas han provocado unas pérdidas pesqueras, de turismo y de traslado de mercancías valoradas en más de 13.000 millones de dólares.

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Construir pensando en la sostenibilidad

Pero la edificación es necesaria -sobre todo en economías emergentes con alto crecimiento poblacional y concentración urbanística- y no tiene por qué ser así de insostenible. Afortunadamente, es posible construir de manera que se devuelvan los materiales al círculo, minimizando los residuos, aprovechando los insumos, y reduciendo todo lo posible el impacto ambiental de esta actividad.

Es precisamente lo que plantea la construcción circular, donde los edificios son diseñados para tener más de un uso específico (dentro de la nueva forma de entender los productos como servicios y no como propiedad), y para que las personas puedan crear de él un ambiente saludable para vivir y trabajar, del que se sientan parte y el cual quieran cuidar con el fin de alargar la vida del edificio y de evitar derroches de recursos -energéticos, hídricos, materiales, etcétera-.

Sin embargo, a día de hoy la economía global es solamente circular en un 9,1% y el sector de la edificación comporta casi la mitad de los materiales que nuestra sociedad consume (41,1 gigatoneladas de las 84 gigatoneladas consumidas en total). Mientras los países occidentales se centran en rehabilitar y renovar los edificios ya construidos, las potencias emergentes -China y la India, por ejemplo- necesitan estrategias para edificar de manera circular, aprovechando los materiales no vírgenes y optimizando el uso de los recursos. Una de las claves para el diseño circular es crear edificios de forma que puedan servir para más de un propósito (por ejemplo, un centro comercial que pueda convertirse posteriormente en un hospital o en apartamentos).

El coste de la edificación circular

La cuestión es que, actualmente, los costes estimados para la construcción circular son mayores que los de la edificación convencional. Sin embargo, tal como apunta el WBCSD (World Business Council for Sustainable Development), junto con la firma Arcadis y la plataforma Circle Economy, en su reciente informe “Scaling the Circular Built Environment”, el coste de un edificio circular se sigue midiendo de forma lineal (por el terreno, el material, el diseño y los costes de construcción). “La industria debe empezar a interpretar los costes de manera diferente para crear una ventaja para las soluciones circulares”, juzgan estas organizaciones, quienes consideran que uno de los aspectos principales para escalar la edificación circular es la igualdad de condiciones (level playing field).

Para conseguir esta situación ideal, mantienen que será necesaria una legislación con una visión fuerte y a largo plazo que apoye la edificación circular, incluyendo, por ejemplo, los criterios de circularidad en las certificaciones generales de construcción, en lugar de hacerlo sólo en las certificaciones “verdes”.

5 principales barreras

Según el análisis del sector, en estos momentos hay cinco tipos de barreras que frenan el avance de la edificación circular. Estos son: de cultura -tanto corporativa como de la ciudadanía-, evidenciadas, por ejemplo, en la reticencia de los consumidores a comprar productos y materiales usados, y a pagar por ello un precio razonable; de regulación, pues aún el compromiso público para con la construcción circular es “limitado”; del mercado, que todavía sostiene precios muy bajos para las materias primas vírgenes y apenas reconoce la circularidad como un activo; tecnológicas, ya que casi no hay experiencia ni demostraciones a gran escala para este nuevo tipo de construcción; e informativas o de educación, en tanto que hay muy poca atención mediática sobre los estudios de arquitectura y diseño y una limitada comunicación de buenas prácticas en la edificación circular.

Ante estos obstáculos, una de las ideas que arroja el informe antes mencionado es que desde el sector privado se lleven a cabo proyectos piloto de menor escala para ganar aprendizaje inicial sin necesidad de alta inversión. Desde el sector público, los gobiernos pueden “desarrollar una ambición y visión a largo plazo, comunicar unos objetivos claros y hacer que las organizaciones rindan cuentas”, señala el documento.

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