Es un hecho: Cada vez volamos más a menudo y cada vez vamos más lejos. Viajar es un placer, un lujo que ahora es más asequible que hace cuarenta años y que, en algunos casos, supone también una necesidad.
A doce mil metros de altura nos sentimos alejados de la realidad cotidiana, de los compromisos y de las agendas apretadas, y nos dejamos llevar hasta un destino que ya puede ser un hogar, una familia y un entorno conocido que anhelamos; o todo lo contrario: un enclave por descubrir y que muy probablemente nos aportará una experiencia única. Allí arriba podemos tomarnos el tiempo para leer, para ver películas, para reflexionar sobre nuestra vida o para descansar y recuperar horas de sueño.
Debemos pensar en reciclar también cuando volamos
Sin embargo, incluso en las alturas tenemos responsabilidades. Para empezar, tenemos un deber para con nuestra propia casa: el planeta y el conjunto de sus habitantes. Y también allí debemos pensar en nuestro impacto ambiental. En las cabinas de los aviones comemos alimentos envasados y usamos vasos desechables, envases de plástico, latas y briks. Pero una vez hemos disfrutado de esos productos, ¿qué? ¿a dónde van a parar?
Sólo en 2016 los pasajeros de avión generaron un total de 5,2 millones de basura, y la mayoría fue directamente al vertedero o a las incineradoras, según la Asociación Internacional de Transporte Aéreo. Por si fuera poco, los deshechos que se generan en las cabinas crecerán en los próximos quince años y llegue incluso a doblarse. Afortunadamente algunas aerolíneas se han puesto manos a la obra para solucionar este problema.
Es el caso de Iberia, la primera compañía de España y líder en las rutas entre Europa y Latinoamérica. Durante tres años, esta aerolínea ha desarrollado, junto con Ecoembes, la Cátedra UNESCO de Ciclo de Vida y Cambio Climático ESCI-UPF, Gategourmet y Ferrovial Servicios, el proyecto LIFE Zero Cabin Waste, que persigue la gestión adecuada de residuos generados en los vuelos de Iberia y la creación de un modelo de gestión sostenible para recuperar a mediados de 2020 al menos el 80% de éstos.
La iniciativa, co-financiada con fondos europeos, planteará medidas alternativas a la gestión de los residuos de Categoría 1 (aquellos que proceden de países no europeos), y tratará de replicar el modelo en el Reino Unido. El fin último también es reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (culpables del calentamiento global), que serían 4.340 toneladas de CO2 equivalente por año.
Recién finalizado, el proyecto arrancó en 2016 con la caracterización y análisis de ambos tipos de residuos (producidos dentro y fuera de la UE), con el posterior diseño del carrito para separarlo adecuadamente y, en junio de 2019, la aplicación de las medidas adoptadas en todos lo vuelos operados por Iberia.
Según los datos que ofrecen las organizaciones implicadas en el proyecto Zero Cabin Waste, Iberia separó en 2019 un total de 2.253 toneladas de residuos para garantizar su reciclaje, lo que supone un aumento de un 42% respecto a la fecha de inicio del proyecto.
Además de la adaptación de los trolleys (carritos) con la integración de compartimentos separados para los distintos tipos de basura (envases, papel y cartón, restos de alimentos, etc), en el marco de la iniciativa se ha formado a más de 4.000 profesionales de Iberia para asegurarse de que éstos entienden la necesidad de reciclar y el efecto positivo en el medio ambiente.
Otras medidas complementarias han sido, por ejemplo, suprimir la prensa o reducir los envoltorios de plástico de mantas y auriculares en el avión, acciones que, aseguran, han logrado rebajar en un 15% el peso en vuelo y ahorrar más de 5.000 toneladas de residuos “solo en 2019”, puntualizan en un comunicado.
En paralelo, se ha desarrollado una herramienta para calcular la huella de carbono asociada a los residuos que cada pasajero genera en un avión, que varía en función al tipo de vuelo. Con este tipo de accesorios uno puede ganar conciencia sobre el impacto ambiental de sus opciones, también a miles de metros de altura.
Los proyectos LIFE
El Programa LIFE es el único instrumento financiero de la Unión Europea dedicado, de forma exclusiva, al medio ambiente. En el marco de este programa (2014-2020), el Banco Europeo de Inversiones gestiona dos instrumentos financieros: el Private Finance for Energy Efficiency (PF4EE) y el Natural Capital Financing Facility (NCFF). En total, desde 2014 se han dedicado más de 3.400 millones de euros a la dotación financiera de los proyectos ambientales aceptados.