Es una conversación que la mayoría de los padres no quieren tener, pero es necesaria.
Desde hace un año, he notado un aumento significativo en el número de veces que mi hijo mayor pregunta sobre el cambio climático. Lo oye mencionar en la radio, por su profesor en el colegio, en conversaciones entre su padre y yo, y lo ve en los títulos de los libros y artículos que leo.
Por mucho que quiera satisfacer su curiosidad intelectual e informarle sobre el mundo en el que vive, es una conversación difícil de mantener y nunca resulta fácil. No quiero que se desanime o se deprima, que no tenga esperanza en su futuro o que sienta rabia por la aparente incapacidad de sus padres y abuelos para solucionar el problema. Y, sin embargo, hay que tener estas conversaciones porque nuestros hijos merecen entenderlo.
Ahí es donde un reciente episodio del podcast Life Kit de NPR podría ser útil, no sólo para mí, sino para todos los padres de niños con inquietudes climáticas. El título es ‘Cómo hablar con los niños sobre la crisis climática‘ y ofrece consejos prácticos para navegar por los sentimientos fuertes y «ir más allá de la impotencia hacia la acción».
El primer paso más importante es «romper el silencio» Muchos adultos se sienten incómodos hablando de la crisis climática incluso entre ellos, a pesar de saber que la ciencia es exacta. Pero tenemos que empezar a hablar de ello para abrir la conversación con nuestros hijos.
Los niños necesitan datos básicos. Los padres pueden seleccionarlos para que no sean demasiado abrumadores u horripilantes, pero sí los suficientes para ilustrar una imagen realista de la situación y no diluir los datos que inevitablemente aprenderán en otros lugares. No dejes que la escuela eduque, sino pasa tiempo con tu hijo leyendo un libro o viendo un documental, y luego discute.
Es importante que los padres estén atentos a las emociones de sus hijos, ya que pueden surgir sentimientos intensos al conocer la crisis climática. La psicóloga medioambiental Susie Burke sugiere un «afrontamiento basado en las emociones», lo que significa pasar tiempo realizando actividades placenteras y positivas con las personas que queremos como antídoto para el agobio. Pasar tiempo al aire libre siempre merece la pena, y fomenta el amor por la naturaleza, un requisito previo para el activismo climático.
Ayuda a tu hijo a participar activamente en la lucha por el clima. Averigua qué hacen los grupos locales y lleva a tu hijo a las protestas, a plantar árboles, a recoger la basura, a asistir a las reuniones del ayuntamiento, a cuidar un huerto comunitario o a iniciar una petición, si eso es lo que quiere hacer. En casa, considera la posibilidad de eliminar la carne y los productos lácteos de la dieta de tu familia para el desayuno y la comida, como sugiere Jonathan Safran Foer en su último libro, Somos el tiempo. Insisto en que mis hijos vayan a pie y en bicicleta todo lo posible, explicándoles por qué tenemos que dejar el coche en casa.
Es importante tener esperanza, asegurar a los niños que la gente está actuando, que sus propias acciones individuales importan, que está bien tomarse un descanso mental y sentirse como un niño despreocupado que disfruta de la infancia. NPR cita a la psicóloga Susan Burke: «[Otra] vía para afrontar un factor de estrés como el cambio climático es el afrontamiento centrado en el significado. Se trata de pensar: cómo enmarcar el problema para que podamos seguir teniendo esperanza y no colapsar en el cinismo, la apatía o la desesperación».
No se menciona en el podcast, pero algo por lo que me esfuerzo es ser un ejemplo para mis hijos. En palabras del autor Peter Kalmus: «Intento vivir una vida informada por mi conocimiento y aceptación del calentamiento global, una vida coherente con mis valores. Si mis hijos me preguntan algo, les respondo con la mayor sinceridad posible. Desde luego, nunca me desvío para asustarles, pero tampoco les miento». El miedo no es constructivo, pero los ejemplos prácticos sí lo son. Enseña a tu hijo a vivir activamente cocinando desde cero, yendo a pie a la escuela, rechazando el plástico, eligiendo lo vegetariano, y mucho más.
Son conversaciones duras para tiempos difíciles, pero es mejor afrontarlas de frente que negar su necesidad. Tu hijo te apreciará más por ello.