Google, Apple, Telefónica, son marcas que, casi sin darnos cuenta, se han ido colando en nuestro día a día y hoy nos ofrecen multitud de servicios con los que nos hemos acostumbrado a vivir. Una persona mayor, en el centro de una ciudad desconocida, seguramente podría guiarse con la ayuda de apenas un mapa urbano y de las direcciones que pregunte a los viandantes. Un grupo de jóvenes, nativos digitales, que se encuentren en esa misma situación posiblemente echarán más en falta un smartphone, la conexión a internet y un buscador dónde fácilmente puedan encontrar el camino sin tener que recurrir a preguntar. Este es el reflejo de cómo las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) han irrumpido en nuestro modo de vida en las últimas décadas y de la medida en que han reconfigurado la forma en que nos relacionamos y entendemos el mundo.
Todas las empresas antes mencionadas pertenecen a un sector que en el año 2016 llegó a los 90.111 millones de euros en volumen de negocios en España, según datos del Instituto Nacional de Estadística. Las cifras nos dan una idea del peso que estas compañías tienes en la economía y, por ende, en la sociedad. Pero este poder conlleva una responsabilidad tanto social como medioambiental, pues las decisiones que toman estos mastodontes de la comunicación —respecto a dónde, cómo y con qué producen sus productos o servicios— afectan directamente a la salud del entorno donde desarrollan su actividad.
Desde la II Revolución Industrial, el modelo productivo de las economías avanzadas ha sido lineal —con una dinámica de “producir, usar y tirar”— y se ha basado, para seguir creciendo sostenidamente, en los pilares del crédito, la publicidad y la obsolescencia programada (la delimitación deliberada del tiempo de vida de un producto para hacerlo obsoleto y favorecer la compra de un nuevo artículo). Es cierto que el valor generado en las recientes décadas por los avances científico-técnicos ha contribuido a reducir el porcentaje de pobreza (definido por el Banco Mundial como las personas que ganan menos de 1,9$ al día) desde el 40% al 10% de la población actual. Pero, a cambio, la extracción de materiales para fabricar la tecnología —materiales que son escasos, finitos y que a menudo generan conflictos sociopolíticos en los lugares donde se obtienen—, así como la falta de reciclaje de residuos electrónicos o el gasto energético, ha derivado en consecuencias medioambientales en muchos casos irreversibles.
Por eso las empresas se han dado cuenta de la necesidad de romper con este sistema insostenible y se han decidido a implantar uno más eficiente y consecuente con el uso de recursos. La apuesta, tanto de gobiernos como del sector privado, para conseguirlo ha sido claramente la economía circular. Este modelo busca la reutilización y reciclaje de los materiales para introducirlos de nuevo en la cadena productiva y, así, cerrar un círculo. El objetivo es que esos mismos materiales de productos ya obsoletos puedan volver a formar parte del proceso de fabricación y se alargue así el ciclo de vida de los productos. De esta manera se consigue ahorrar en recursos materiales, energéticos e hídricos para rebajar la presión del hombre sobre el medio ambiente a la vez que se reducen, en mucho, los costes de fabricación. El Global E-Waste Monitor de 2016 fijó en 55.000 millones de euros el valor económico del volumen de residuos electrónicos generado ese año, teniendo en cuenta la cantidad de materiales que se dejó de aprovechar.
Que hacen las TIC para ser mas sostenibles
En este proceso de transición hacia un modelo económico más sostenible —económica, ambiental y socialmente— el papel de las TIC está siendo y será fundamental. Estas empresas están promoviendo nuevos modelos de fabricación y apuestan por el consumo bajo demanda. Así lo pone de manifiesto la nueva estrategia de economía circular de Google, en la que el gigante tecnológico desgrana las líneas de actuación que planea para fomentar este cambio de modelo. Entre ellas, la empresa aspira a la máxima reducción de sus residuos, algo que hará gracias a los centros de datos que tienen repartidos por el mundo para dar soporte a todas las herramientas que la compañía implementa. En cuanto a las oficinas, Google asegura que está trabajando para minimizar la contaminación y el impacto en el entorno que generan todos sus espacios de trabajo alrededor del mundo. Por último, se centrarán también en el máximo aprovechamiento de comida para evitar el desperdicio alimentario y la generación de más residuos en ese sentido.
No es la única empresa tecnológica que está dando pasos adelante para reducir su impacto en el medio ambiente y aprovechar mejor los recursos disponibles. La estrategia de Apple pasa por invitar a sus clientes a que cambien su viejo móvil por un vale de descuento. De esta manera, la compañía se hace cargo de la gestión del terminal y sea para ponerlo de nuevo en circulación una vez reparado como para usar sus piezas en la fabricación de nuevos dispositivos. La empresa fundada por Steve Jobs fue calificada en 2007 por Greenpeace como una de las compañías tecnológicas más responsables con su impacto ecológico, dado que el 83% de la energía que usaba Apple en ese momento era de origen renovable. Otra de sus iniciativas “verdes” fue instalar paneles solares, repartidos en más de 800 azoteas en Singapur, para producir la energía suficiente para cubrir la demanda energética de todas las oficinas de la empresa.
Otro ejemplo, a menor escala, es el de la empresa iFixit que se ofrece una guía gratuita para reparar todo tipo de dispositivos tecnológicos, desde ordenadores hasta teléfonos móviles. Su página web cuenta con explicaciones detalladas, tutoriales de vídeo o incluso un foro donde los usuarios pueden compartir sus dudas.