Cualquier dueño de un perro te dirá que hay algo indescriptible y único en sus compañeros leales. Los perros esperan pacientemente a sus humanos junto a la puerta cuando se marchan, actúan como si se les hubiera dado el mundo cuando se les llena el plato de la cena y expresan un sentimiento de devoción que es raro en muchas otras mascotas. ¿De dónde procede este rasgo, el que hace de los perros «el mejor amigo del hombre»? ¿Por qué los perros son tan innatamente leales? La explicación obvia sería que sus dueños les proporcionan comida y refugio, pero la respuesta más profunda se reduce a la ciencia.
No es ningún secreto que los perros domesticados descienden de los lobos. Incluso hoy, los perros modernos siguen compartiendo genes similares a los de los lobos que viven en la naturaleza. La idea del «perro leal» es una construcción tanto cultural como biológica, ya que los humanos han creado al perro a lo largo de años de crianza selectiva y domesticación para que sea así. Esencialmente, los seres humanos escogieron las características del lobo que mejor sirvieran para su propio beneficio, transformando la estructura jerárquica del lobo y el vínculo social con sus manadas en obediencia y lealtad a los seres humanos.
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Cría selectiva
A lo largo de la historia, la domesticación a largo plazo ha dado lugar a cientos de razas de perros diferentes, diseñadas para cumplir funciones especializadas en la sociedad, muchas de ellas con importantes diferencias de comportamiento. Es probable que los primeros humanos participaran en la cría selectiva sin ni siquiera saber que lo hacían, matando a los perros que atacaban o mordían a algún miembro de su familia o comunidad. Además, los perros dotados de forma natural como cazadores leales habrían recibido mejores cuidados, aumentando las posibilidades de una reproducción exitosa y repetida. Los perros que contribuían a la sociedad se conservaban durante más tiempo, mientras que los agresivos o poco hábiles no. Y, a medida que los humanos promovían perros con características mansas o amistosas, los atributos físicos también empezaron a cambiar.
Los primeros perros domesticados lo suficientemente inteligentes como para asociar a sus dueños con cosas como comida y refugio a cambio de obediencia (piensa: «no muerdas la mano que te da de comer») tenían más probabilidades de sobrevivir más tiempo. En una comparación de confianza entre perros y gatos, por ejemplo, los estudios muestran que los perros intentan realizar tareas antes de mirar a sus dueños, mientras que los gatos no lo hacen.
Aunque puede haber empezado con un simple intercambio de comida y cobijo por la vigilancia o la caza asistida por animales, los humanos acabaron favoreciendo a los perros que eran más dóciles y sociables. A medida que los humanos evolucionaban para cazar menos y pasaban a estilos de vida más seguros, el proceso de domesticación acabó por fomentar el compañerismo.
Comportamiento de la manada
Los perros, como sus antepasados los lobos, son animales de manada en su esencia. Para sobrevivir en la naturaleza, los miembros de una manada tienen que ser confiados y cooperativos. El líder de un lobo, o alfa, está al mando hasta que está demasiado enfermo o viejo para rendir al máximo de sus capacidades y, finalmente, es desafiado por un lobo más fuerte en aras de la mejora de toda la manada. Esto sugiere que los lobos están motivados por el bien del grupo más que por la pura lealtad a su líder. Esto es exactamente lo que descubrió un estudio realizado en 2014 en Viena, cuando los investigadores examinaron manadas de perros y lobos criados en laboratorio, y concluyeron que la relación entre los perros y los humanos es jerárquica (con su dueño en la cima) y no cooperativa. El estudio sugiere que, cuando los lobos fueron domesticados lentamente hasta convertirse en perros modernos, fueron criados por su lealtad, su dependencia de los amos humanos y su capacidad para seguir órdenes.
La oxitocina, la hormona peptídica que se libera cuando las personas se abrazan, se acurrucan o se vinculan socialmente, también tiene su papel. Los lazos afectivos mediados por la mirada, así como las caricias y las charlas, aumentan los niveles de oxitocina tanto en humanos como en perros. Se trata de un modo de comunicación similar al de los humanos, ya que los lobos rara vez establecen contacto visual con sus adiestradores, lo que significa que el hecho de que a tu perro y a ti os guste fijar la mirada es un rasgo que probablemente se adquirió durante el proceso de domesticación. La oxitocina está relacionada con los sentimientos de apego y confianza, que a su vez facilitan el establecimiento de la lealtad y el amor en las relaciones afectivas. El hecho de que la oxitocina aumente tanto en los humanos como en los perros -pero no en los lobos- al establecer contacto visual y comunicar vínculos sociales puede haber favorecido la evolución del vínculo humano-perro.
¿Hay razas más leales que otras?
El perro doméstico, o Canis lupus familiaris, es el primer y único gran carnívoro que ha sido domesticado por el ser humano. Sobre todo en los últimos 200 años aproximadamente, los perros han sufrido un rápido cambio caracterizado por el mantenimiento de las razas mediante la cría selectiva impuesta por el ser humano. En comparación con otras especies salvajes y domésticas, los perros modernos muestran una diversidad genética incomparable entre razas, desde un caniche de 1 libra hasta un mastín de 200 libras.
Todos hemos oído historias de perros individuales conocidos por su feroz lealtad, como Hachiko, el Akita japonés que esperaba a su amo todos los días junto a la estación de Shibuya, en Tokio, incluso después de que éste falleciera en el trabajo. Un estudio de 2018 sobre la composición genómica del perro lobo checoslovaco descubrió que un pastor alemán común cruzado con un lobo salvaje tiene la misma docilidad y lealtad hacia su amo que un perro totalmente domesticado.
No hay muchas pruebas científicas de que ciertas razas sean más leales que otras, aunque ciertamente se podría argumentar que los perros criados para trabajos específicos como la caza y el pastoreo tendrían más posibilidades de ser leales a sus dueños. Las razas conocidas para tareas específicas pueden no cumplir todos los requisitos según las cualidades que prefiera el propietario. La dependencia de la guía humana que se desea en los perros de compañía puede obstaculizar la capacidad de un perro de rescate para funcionar con éxito en situaciones en las que su adiestrador no está presente, por ejemplo. También hay que tener en cuenta un aspecto de «naturaleza contra crianza». No todo son los genes, aunque desempeñan un papel fundamental, pero el entorno individual y la historia de un perro también pueden afectar en gran medida a su comportamiento a lo largo de su vida.
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