Volar menos es la respuesta obvia, pero también hay algunas soluciones provisionales eficaces.
Los pasajeros de las aerolíneas generan un kilo de residuos por persona y por vuelo, según una investigación británica. Esto incluye vasos y auriculares desechables, servilletas, envoltorios de comida, alimentos no consumidos, etc. Todo esto va a parar al vertedero o se incinera, dependiendo de los requisitos del país en el que haya aterrizado el avión; y nada se recicla, ya que los vuelos regulares no están equipados para tratar los flujos de residuos por separado.
Un artículo del New York Times pinta un panorama desolador en general. Esa media de tres libras multiplicada por 4.000 millones de pasajeros al año supone un montón de basura. Y aunque muchos críticos señalarán sin duda la inutilidad de hablar de la basura a bordo frente a las emisiones de gases de efecto invernadero de un avión, tiene cierto valor examinar las pequeñas prácticas para ganar impulso para abordar las más grandes.
El Times describe un esfuerzo para que los envases de los alimentos de las aerolíneas sean más ecológicos. Una exposición actual en el Museo del Diseño de Londres muestra un prototipo de bandeja de comida que podría servirse en la cabina económica. La bandeja está hecha de posos de café prensados, la taza de postre es un cono de gofre comestible, los platos son de salvado de trigo prensado, se utiliza una hoja de plátano para las ensaladas, y un tenedor está hecho de madera de palma de coco, un subproducto que de otro modo se quemaría.
Son avances interesantes que podrían ser adoptados no sólo por las aerolíneas, sino por toda la industria de la comida para llevar; sin embargo, creo que se está pasando por alto un punto clave. Cuando la Cátedra UNESCO de Ciclo de Vida y Cambio Climático analizó la composición de la basura de las aerolíneas creada por 145 vuelos a Madrid, descubrió que «el 33% eran residuos de alimentos, el 28% eran residuos de cartón y papel, y aproximadamente el 12% eran plásticos». Así que cambiar a hojas de plantas prensadas y envases basados en alimentos no es tan revolucionario como lo sería si más del 12 por ciento de los residuos fueran plástico de un solo uso.
Lo que podría marcar la diferencia es la (re)introducción de los reutilizables. Si las compañías aéreas vuelven a servir la comida como lo hacían en décadas pasadas, en platos de cerámica con cubiertos de metal. Todavía se hace en primera clase, así que está claro que hay un modelo que podría reproducirse en todo un avión.
Otra posibilidad es pedir a los pasajeros que lleven sus propios utensilios para comer en el momento de comprar el billete. Se podría enviar un recordatorio unos días antes del vuelo o al facturar online. Sí, requiere un gran cambio de hábitos, pero no es imposible. Piensa en el número de personas que ahora viajan con botellas de agua rellenables en comparación con hace unos años. No hay ninguna razón por la que esto no pueda ampliarse para incluir una taza de café, un tenedor y un plato en una bolsa cerrada.
Alternativamente, todas las compañías aéreas podrían dejar de incluir las comidas en el precio del billete y hacer que sólo se puedan comprar. Esto se hace ahora en la mayoría de los vuelos de corta distancia, pero podría ampliarse para incluir todos los vuelos. Los pasajeros se pensarían si realmente quieren pagar por la comida, reduciendo así el despilfarro, y tendrían un incentivo para empacar su propia comida desde casa.
Apoyo la innovación en los envases, pero como hemos argumentado muchas veces en EconomiaCircularVerde, es la cultura alimentaria subyacente la que exige un mayor escrutinio, no replicar el mismo sistema roto de una forma más sostenible. La gente debe adaptarse a la idea de comer en casa y/o llevar su propia comida en recipientes reutilizables, sin depender siempre de la comida para llevar excesivamente empaquetada para alimentarse.