5 mitos y supersticiones sobre los búhos

Muchos pájaros están impregnados de tradición, pero el búho es una rapaz a la que no le faltan supersticiones. Aquí tienes cinco de nuestras favoritas:

  1. Las lechuzas son famosas por su excepcional vista y se pensaba que con ellas se podía mejorar la vista. En Inglaterra, el método consistía en cocer huevos de búho hasta que se convirtieran en cenizas, y luego incorporarlos a una poción. El folclore de la India tenía un método más directo: simplemente comer ojos de búho.
  2. Los búhos son un signo de muerte en muchas culturas, incluidas algunas tribus de nativos americanos. Por ejemplo, soñar con un búho significaba la proximidad de la muerte para los apaches. Las llamadas de los búhos boreales eran una llamada de los espíritus para el pueblo Cree, y si respondías al búho con un silbido y no obtenías respuesta, era una señal de que tu muerte era inminente. Por otra parte, el pueblo dakota hidatsa creía que los búhos de madriguera actuaban como espíritus protectores de los guerreros.
  3. Para algunas culturas, el búho era sagrado. Entre los aborígenes australianos, los búhos son los espíritus de las mujeres y por ello son sagrados. El pueblo kwakiutl también pensaba que los búhos eran las almas de las personas y no debían ser dañados porque si se mataba al búho, la persona cuya alma llevaba el búho también moriría. De hecho, muchas culturas diferentes creían que una persona se convertía en un búho después de la muerte.
  4. Las lechuzas se asocian, por supuesto, a la brujería. Los griegos y los romanos creían que las brujas podían convertirse en búhos, y en esta forma llegaban a chupar la sangre de los bebés. En otras culturas, los búhos eran simplemente los mensajeros de las brujas, o ululaban para advertir de la aproximación de una bruja.
  5. Aunque la actividad nocturna del búho estaba en el origen de muchas supersticiones, la asombrosa capacidad de un búho de girar su cuello hasta grados extraordinarios se convirtió incluso en un mito. En Inglaterra se creía que si caminabas alrededor de un árbol en el que estaba posado un búho, éste te seguiría con la mirada, dando vueltas y más vueltas hasta que se retorcía el cuello.

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